martes, 14 de julio de 2009

De las tradiciones, falsos amigos y el deber de fomentarlas

Actualmente vivimos (en todo el mundo, pero centrémonos en Canarias) un momento de falta de líderes, de estrés diario, de rutina y monotonía, fruto del sistema actual que impera en todo el mundo desde la victoria del bloque capitalista y, aunque conocemos todos a la perfección este modo de vida (por llamarlo de algún modo) voy a relatarlo.

Los miembros mayores de edad de la casa se levantan, se asean, desayunan, van al trabajo, discuten con sus compañeros, odian a sus jefes, se nutren de la basura que aparece en los programas y las revistas del corazón (material que en tal caso llega a ser el colesterol del alma), vuelven a casa y se acuestan apenas llegar sin prestar atención a los hijos, que se han dedicado a estudiar y a ver la televisión y sin ni siquiera observar a sus ancianos padres que, como ya no producen para el líder imperialista Don Dinero (con respeto en este país, Don Money, por lo de la procedencia y eso, ya me comprenden), se les trata como basura. Las horas de las comidas pasan a ser utilizadas para el adoctrinamiento de las mentes en el “Just Do It”, en el “puedes hacerlo”, que hace sentir a todos superiores a los demás.

Esto antes relatado parece espantoso, pero espero que el lector medio acepte que es así, que soy crudo pero sincero: nos hemos convertido en máquinas de producción, en obreros acomodados gracias a nuestra TV y nuestro microondas. Esto nos ha traído de la mano algo muy crudo: amigas y amigos, hemos perdido las tradiciones. No hablo de las tradiciones únicamente refiriéndome a las culturales (a la que me dedicaré en párrafos siguientes), sino a las sociales en general. Lo que anteriormente era un recipiente cargado de sabiduría como es el abuelo y la abuela, a quién se recurría en busca de cariño, de experiencia y de calor humano, hoy es considerado como otro recipiente, como un cubo, pero de basura. Véase, para ilustrar mi argumento, las siguientes afirmaciones cotidianas (por desgracia): “calla, abuelo, que sabrás tú”,… “quita, viejo, que me estorbas”,… “¿Cómo que nos llevamos a tu madre de vacaciones?”.

El ser humano ha perdido el norte, pues sin el saber aconsejar de nuestros viejos (llamados así con su venia, claro) no sabremos esquivar los problemas que nos acosarán, que serán similares a los que ellos ya pasaron y que supieron solucionar. Sin su experiencia, sin sus historias, lo que actualmente sabemos estaría perdido en el pasado más oscuro que podríamos imaginar. Sin embargo, y antes de dejar que nuestros hijos aprendan algo de estos libros de historia que respiran y comen (¡ANDA! Como los demás no mayores de cincuenta años, quien lo diría), entregamos sus mentes a los canales de televisión que banalizan la vida, convierte a ser humano únicamente en un número y una fachada y nos inculca, casi sin poder darnos cuenta, los ideales de superioridad que vemos por las calles actualmente.

Y como antes me referí a lo cultural, voy a proseguir este breve artículo hablando de eso mismo. En nuestra Canarias vivimos actualmente una época de sumisión a la rutina de demasiada pasividad, lo que nos lleva a perder nuestro carácter alegre y jovial, nuestro deseo de aprender y de enseñar, de mantener lo que, con maestría no igualable a ningún nivel, se los legó hace muchísimos siglos, y eso, lectores, nunca lo debemos perder, pues debemos defender nuestro patrimonio cultural de la mentira que intenta hacer desaparecer sus verdaderos orígenes guanches.

Debemos escuchar más a nuestros sabios, esos que nos muestran el arte del Tajaraste y nuestra desaparecida (por desgracia) forma de vida, y menos a los “iluminados” de algunos medios de comunicación que, desconociendo yo sus intenciones, bombardean nuestra cultura colocándole unos orígenes claramente falsos, cargados de errores y mentiras. Debemos defender lo nuestro de los ataques, ya sean activos y pasivos, de los que intentan hacerlo desaparecer bajo el manto de una supuesta importación cultural que es claramente falsa.

A modo de conclusión, les pido a ustedes que recapaciten, que no se engañen, que nuestra cultura y el legado que nuestros Honorables Padres, Los Guanches, nos dejaron no se queda en el gofio, que va más allá, que se embadurna de siglos y siglos de historia, de miles de oídos que escucharon y de lenguas que musitaron verdades… no hagamos oídos sordos a nuestro deber como hijos de Canarias de extender nuestra cultura y de sentirnos orgullosos de lo que somos. No nos dejemos nunca engañar por este sistema salvaje que nos intenta convertir en máquinas inertes sin historia, sin pasado, sin cultura, sin nuestros mayores y sin nuestras raíces.

Altakay Ayt Daute

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