La manipulación interesada de los colonizadores ha hecho creer que los guanches desaparecieron al término de la conquista, cuando la realidad es que los indígenas constituyeron más de las tres cuartas partes de la población varias décadas después de terminada la inhumana contienda. Una minoría privilegiada, principalmente descendiente de la clase gobernante de los primitivos habitantes, se integró rápidamente en la nueva sociedad formando parte de núcleos urbanos y participando de los repartos de tierra y agua otorgadas por los nuevos señores de las Islas. Como ejemplo tenemos la refundación de La Laguna, formada originalmente por cincuenta familias guanches y otras tantas de colonos; o en lugares apartados como Arico, Tenerife, donde casi todos eran guanches, entre ellos Francisca del Castillo, Bartolomé Enríquez, Diego Álvarez, Diego Ruiz, Simón Aguilar y la familia González, además de los indígenas traídos de Canaria con apellidos castellanos: Díaz, Frías, Madalena, Mayor, Torres y Vera, según confirma documentalmente el investigador Domingo Martínez de la Peña en su obra de "Historia de Arico". Entre otros guanches beneficiados destacan Elvira Hernández, Pedro Martín y Francisco Delgado, todos criados de Alonso de Lugo, y María de Lugo, nuera del mencey de Adeje. Cabe destacar igualmente a Juan Oramas, hijo del valiente y patriota Doramas, que forzado a vivir en Tenerife se casó con María Bencomo, hija del poderoso mencey de Tahoro.
Al término de la ocupación de los europeos, la mayor parte de la población indígena fue sometida a la esclavitud en su propia tierra, por lo que hubo rebeliones significativas. En El Hierro llegaron a dar muerte al gobernador y en La Gomera hicieron lo propio con el conde Hernán Peraza, en 1485, por los excesivos abusos de éste. En La Palma hubo también una pequeña rebelión y un buen grupo se alzó en los montes debido a la traición del conquistador Alonso de Lugo, por lo que la indígena Francisca Gazmira actuó en la corte española en defensa de palmenses y guanches oprimidos. En Tenerife, no obstante, hubo gran cantidad de guanches alzados, que como asegura el ilustre historiador Antonio Rumeu de Armas, "su incorporación a la sociedad naciente, en régimen de libertad, será obra del tiempo, tardando en producirse varias décadas". En la obra "Al noroeste de África: Las Islas Canarias", traducida y publicada por el orotavense José Antonio Delgado Luis, hay un capítulo dedicado a las narraciones del viajero francés André Thevet, referente a la isla de Tenerife a mediados del siglo XVI, en el que manifiesta: "Hace cincuenta años que los españoles los han derrotado y subyugado, y en parte asesinado, y al resto los mantienen como cautivos o esclavos; cuando se establecieron allí los españoles introdujeron la fe cristiana, de manera que ya no hay antiguos y nuevos habitantes, sino algunos que han huido y se han escondido en las montañas".
Respecto al Teide, André Thevet manifiesta que "los españoles han intentado muchas veces averiguar la altitud de esa montaña. Para hacerlo han enviado cierto número de gente con mulos cargados de pan, vino y otras provisiones, pero esa gente nunca ha regresado... Y opinan que en dicha montaña, tanto en la cima como en su entorno, hay restos de canarios salvajes, que se han refugiado en ese lugar y viven de raíces y de animales salvajes, y que saquean a los que quieren reconocer y se aproximan a la montaña". Estos guanches alzados se beneficiaban en realidad de la ayuda y solidaridad de los que estaban libres en el sur de la isla, según confirma Rumeu de Armas. El viajero francés, con relación a las Islas, dice asimismo que "es verdad que este lugar es el refugio de todos los desterrados de España" y que "son maravillosamente fértiles y que actualmente sirven de granero y de bodega a los españoles" y concluye aseverando que hay carne suficiente de cabras salvajes y domésticas, abundante fruta y miel y que "los españoles, que mayoritariamente son portugueses, los tratan (a los esclavos) duramente".
La ocultación de la historia real de Canarias y las estrategias del aparato estatal han hecho posible que muchos canarios se sientan españoles, pero todo cambiará. ¡Seremos libres! El último verso del poema de "Mi Patria", del padre del nacionalismo canario, Secundino Delgado, dice: "¿Es mi mente que me engaña, / o es del progreso el ensanche? / Yo siento la misma saña / contra la invasora España / que abrigó en su pecho el guanche".
José Luis Concepción
Presidente del Movimiento Patriótico Canario
domingo, 11 de enero de 2009
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