Ahul felawen imidawen.
Es una obligación recordar este pasaje de nuestra historia, para que se quede presente, ahora que lo necesitamos más que nunca.
No puedo, de ninguna manera, silenciar el sabor amargo que me causa la lúgubre fecha de hoy, por los hechos acaecidos en el año de (1483). Acontecimiento donde una vez más, aquel sátrapa y traidor, Tenesor Semidán, hizo usos arguciosos presentándose en la fortaleza Anzite con intenciones de convencer a los canarios alzados y a sus familias, que se situaban en la ya mencionada resistencia bajo la organización y dirección de Bentejuí y el Faicán de Telde (nominado aquél por el pueblo, Guanarteme, tras haber demostrado su gallardía y fidelidad a la patria), para que depusieran su actitud de rebeldía y se entregaran sumisos al necrófilo invasor Pedro de Vera, a cambio de la vida, la libertad y el derecho a sus tierras; sutilmente, intimidándolos de lo contrario, alardeando de la superioridad de los reyes más grandes y poderosos del mundo.
Como si fuese endémico en nuestro pueblo, una vez más claudican los guerreros; desertando aquellos de la posición de Bentejuí y el Faicán de Telde, quienes impotentes presenciaban que sus hombres entregaban los magados, dardos, tabonas…, en definitiva, la libertad. Se abrazaron, pues, ambos jefes y tras del grito insumiso de ¡ATIS TIRMA!, se despeñaron por los riscos de las Tirahanas; reconociéndose a Bentejuí, hasta la actualidad, como el último Guanarteme.
Después y según las crónicas, entonó el obispo Juan de Frías el Te Deum (¡qué Dios tan despiadado el de los invasores españoles, que le ofrecía la cautividad y asesinato de nuestro pueblo para que después le ofrendaran cánticos por las concepciones hechas), y que coreó el resto de la tropa invasora para abandonar Anzite y dirigirse a Guiniwada (el Real de Las Palmas). Allí, en la explanada del torreón, tremoló, otro sanguinario invasor llamado Alonso Jáimez, su Real estandarte o pendón de la conquista. Quedando así, según los españoles, incorporada Tamarant (Gran Canaria) a la corona de Castilla.
Si bien explica Viera y Clavijo estos acontecimientos con la mayor rigurosidad comprensible de su época, no están exentos de matices hiperbolescos y, modestamente, creo que no se contempla la realidad en su máxima extensión.
Tomando en cuenta la mediatización y autocensura por el ya implantado colonialismo y porque otros medios más actuales aportan credibilidad a muchas incógnitas de aquella más difícil situación y medios, les queda a los más expertos en la materia seguir honradamente construyendo nuestra historia como misión, no sólo profesional y vocacional, sino libertaria.
Habría que resaltar también algunos matices, creo que bastante concluyentes: Desde el principio de la conquista, y me atrevería a decir que hasta la actualidad, se utilizaron por la fuerza a muchos de nuestros abuelos de las islas ya dominadas, como frente de avanzada para la conquista de las islas libres, dado el conocimiento y la movilidad de éstos por el territorio de nuestra patria: inclemente para los invasores y provechoso para nuestra defensa.
Si a eso añadimos el incumplimiento de la palabra de los extranjeros, como norma, la felonía de algunos de nuestros ancestrales jefes como Tenesor Semidan, Añaterve o Maninidra, llegamos a la conclusión de que la lucha fue fratricida y que si hubiéramos mantenido la unidad, la honradez y la insumisión, jamás nos hubieran subyugado España ni alguna otra potencia del mundo.
Voy a poner de manifiesto que lo que antes subrayé, con el añadido de que se puede sentenciar en individuos pertenecientes a todas las generaciones, también es ahora aplicable como argumento para definir la endofobia, el colaboracionismo, el servilismo y el soborno, como pilares de sostén del colonialismo español.
Quiero decir y creo que muchos compartimos la opinión, que no fueron Bentejuí en Tamarant ni Benkomo o Tinguaro en Chinet o Tanausú en Benahoares los últimos alzados de Canarias, porque entonces nos tendríamos que preguntar: “¿qué hacemos nosotros aquí?”
Y para nuestro ánimo, podemos decir que aquel pendón que tremolaba en las manos de un sanguinario invasor lo han prohibido sacar a la calle nuestros hermanos de Tamarant. Que se ha prohibido ritualizar la rotura del gánigo en Tirahana, como celebración de victoria española. Que las banderas con siete estrellas en nuestra patria, son públicamente cada vez más numerosas y para terminar la parte dulce de los acontecimientos, las recientes manifestaciones de Aguere (La Laguna) y Guiniwada (Las Palmas de Gran Canaria) han sido no sólo un éxito, sino una exhibición de pundonor y de evidencia de que la lucha sigue. No estamos doblegados, estamos separados. Hay esperanza.
AWAÑAK WANCHE IMZIREG
Isidro Santana
jueves, 29 de abril de 2010
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